El Sínodo es una asamblea consultiva, donde los obispos, reunidos con el Papa, intercambian información y experiencias, con el objetivo común de buscar soluciones pastorales que tengan aplicación en el conjunto de la Iglesia católica.
Hablar de sinodalidad es reconocer la pluralidad renunciando a la uniformidad y a la homogeneidad de todo: yo soy Iglesia, me siento Iglesia, y por eso soy responsable y soy protagonista.
La intención del papa Francisco al convocar el Sínodo 2021-2023 es que la Iglesia entera participe en la búsqueda de métodos en pos de la sinodalidad, es decir, para conseguir que de manera real y efectiva todos los bautizados caminen juntos en comunión y fraternidad.
El objetivo de esta primera fase es la consulta a todos los bautizados para que cada uno pueda expresar libremente sus propuestas para este caminar juntos.
Siguiendo el Documento Preparatorio del Sínodo, un pequeño grupo de Martorell nos hemos ido reuniendo mensualmente desde el pasado mes de diciembre y éstas son NUESTRAS PROPUESTAS PARA EL SINODO DE LA SINODALIDAD:
1.- Recuperar el Evangelio como la Buena Noticia de Jesús de Nazaret para las gentes del siglo 21 (después de bañar al niño hemos tirado el agua sucia… y el niño: el problema no es el mensaje, sino el mensajero).
2.- Conectar el Evangelio con la vida siguiendo el modelo de las primeras comunidades (discipulado).
3.- Presentar el Evangelio con el lenguaje del siglo 21 sin renunciar a la riqueza del mito (entendido como tal), pero sin tratar a los adultos como niños de primera comunión ¿Por qué se han ido marchando los fieles, poco a poco, indiferentes, sin hacer ruido…? ¿Por qué los jóvenes, después de la primera (y última) comunión, no se asoman más a la iglesia?
Para ello y concretando:
- En el Evangelio no tiene sitio tanta teología y tanto derecho canónico, tantos dogmas y tantos mandamientos (“Un solo mandamiento os doy…”)
- Con el Evangelio en la mano no tiene ningún sentido el Estado Vaticano y todos sus ministerios. (“Entre vosotros no ha de ser así…”)
- La autoridad dentro de la Iglesia ha de seguir el modelo del Jueves Santo en el lavatorio de los pies, pero de verdad. El poder no se ejerce desde arriba, sino desde el centro de la comunidad (“el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro servidor…”).
- El principal obstáculo de la Iglesia para llegar a la gente es el clericalismo (no sólo de los clérigos, también de los laicos) (“No llaméis a nadie Padre… porque todos sois hermanos…”)
- No se puede utilizar el Evangelio para negarle a la mujer los mismos derechos que al hombre. Su participación en igualdad de condiciones en la Iglesia es una cuestión estructural, no una reforma secundaria (“Ya no hay hombre ni mujer…”).
- A la luz del Evangelio los auténticos vicarios de Cristo son los pobres, por lo tanto, la Iglesia ha de poner sus bienes a su servicio: iglesias cerradas, rectorías vacías, locales, herencias… (“No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroe…”)
- Se ha de fomentar la formación de los laicos (cualquier laico/a preparado puede dirigir la celebración de una comunidad: lo importante es la Eucaristía, no el ministro que la preside).
- Celebrar la Eucaristía es algo más que ir a misa. Las misas cada vez son más rutinarias y obsoletas (el rito y el lenguaje aún son del Neolítico). Para conectar Evangelio y Vida, la misa ha de ser “Eucaristía” (compartir y dar gracias).